La Qasba se vacía para llenar el mundo

Alma Allende

Fotos de  Ainara Makalilo

No era triste la Qasba la mañana de la despedida, no, sino melancólica, de plata mojada, de espalda de pez, de fiesta cumplida entre brasas de lluvia. Aún se cantaba, se bailaba, se prometía volver mientras se enrollaban colchones, se amontonaban mantas en los camiones, se barría la plaza con energía importada del porvenir. Lo único malo de una victoria es que pone fin a la lucha. La historia de nuestro amigo Zied, derrumbado por la nostalgia, se repitió con otros muchos nombres; un joven de Kebili estaba tan desesperado ante la idea de “recobrar la normalidad” que había decidido irse a Dar Jedir, en la frontera libia, a ayudar a los refugiados. Lo mismo declaraban, con el signo de la victoria entre los dedos, tres muchachos de Redeyev que limpiaban la Qasba antes de abandonarla para seguir luchando. Esta melancolía era, por tanto, una sombra hermosa, tornasolada, movilizadora, el umbral ya de una verdadera educación política y sentimental.

- Los ricos van a estudiar a París -decía hace unos días Maher, un parado de Nabeul admirado de la profundidad de las discusiones-. Los pobres vienen a la Qasba.

El conocimiento adquirido en la marmita hirviente de la plaza -en el tiempo denso de este espacio intenso- volverá ahora a las regiones y se desparramará por todo Túnez. La melancolía es sólo la punta de felicidad que se clava en el corazón, el optimismo rabioso que patalea un instante en el vacío antes de agarrarse de nuevo a la tierra: “el pueblo alumbra la historia bajo sus talones sólo si camina”.

Dejamos aquí estas fotos de Ainara Makalilo, tomadas la mañana del 4 de marzo, como testimonio de la primera jornada del próximo sendero.