Peligros tras las presidenciales en Túnez

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Carteles electorales tachados en Túnez. / David Perejil

 

David Perejil

 

Tras dos días marcados por los sondeos, ya se conocen los primeros resultados oficiales de las primeras elecciones presidenciales después de que hace cuatro años la revolución tunecina acabara con la dictadura de Ben Ali. Según los datos de la Instancia Superior Independiente para las Elecciones (ISIE), que presentó los datos en una conferencia empezada y terminada con el himno nacional y todos los presentes en pie, Beji Caid Essebsi, de Nidaa Tounes (“la llamada de Túnez”) y Moncef Marzouki, presidente de la Asamblea Constituyente y del Congreso por la República (CPR), competirán por la Jefatura del Estado en la segunda ronda que se celebrará el próximo 30 de diciembre.

Aunque la sorpresa ha sido que la diferencia entre ambos fue más ajustada de lo previsto: 39,48% frente a 33,43%, respectivamente. Después de ellos, aparecieron Hamma Hammami, del Frente Popular (7,82%), Hechmi Hamdi (5,75%), Slim Riahi (5,55%), y así hasta 27 candidatos que no superaron el 1%. Entre ellos, Ben Jaafar, líder del socialdemócrata Takatol, y Khalthoum Kannou, única mujer candidata. Por regiones, Essebsi ha ganado en grandes distritos de la capital, Zagouan y Mahdia, mientras que Marzouki lo ha hecho en varias regiones del sur, como Kebili, Tozeur, Tataouine y Gafsa.

El ISIE ofreció un dato de participación del 62,9%, superior en casi tres puntos al de las elecciones legislativas celebradas el pasado mes de octubre. Sin embargo, como ya analizó Francisco Fernández para Diagonal, volvió a tratarse de un dato engañoso, ya que sólo se refiere a los inscritos. En estas elecciones volvieron a votar cerca de 3,1 millones de tunecinos, lo que situó, de nuevo, la abstención real en un 62%. Respecto a la participación hay que reseñar que, según el ISIE, remontó a última hora de la tarde, ya que por la mañana se habían ofrecido datos muy bajos.

Es más, en algunos barrios populares de Túnez, como Intilaka o Hay Ettadhamon, no habían votado más que el 30% de los inscritos a pocas horas de cerrar las urnas y no se detectaba una gran actividad. No sólo se veían aulas casi vacías, sino que en sus calles costaba encontrar adultos con el pulgar teñido de azul que identificaba a los votantes. Y la edad era un factor considerable, pues muchos jóvenes volvieron a abstenerse, por desconfianza general con “unos políticos que no hacen nada”, por la escasa relación con unos partidos alejados de sus necesidades y, en algunos casos, por las campañas activistas que pedían la abstención. En otros lugares del centro de Túnez, las imágenes mostraban largas colas y mayor presencia de medios de comunicación nacionales e internacionales. Como en la anterior convocatoria, la presencia del Ejército fue muy visible en las puertas de los colegios electorales. Además, los observadores locales y personal del ISIE comprobaban que sólo accedían a los centros votantes, personal autorizado o periodistas.

Si la campaña de las presidenciales estuvo marcada por la decisión de Ennahdha de no presentar candidato, las votaciones estuvieron definidas por otras claves. En primer lugar, por el favoritismo de Essebsi, exministro de Bourguiba y presidente del Parlamento con Ben Ali, avalado por el éxito de su partido en las legislativas basado en mensajes a favor de la seguridad, la “modernidad” y con un discurso antiislamista. Y la segunda, por la decisión, nada secreta, de muchos votantes e incluso militantes de Ennahdha de hacer campaña por Marzouki en contra de la decisión oficial de su partido. Por un lado, por la experiencia de tres años de gobierno conjunto de los tres partidos, junto al Takatol de Ben Jaafar. También, por compartir visiones entre el ala más tradicional del CPR y algunos militantes de orientación más social de Ennahdha. Y por otro, según explicaba un observador internacional, por compartir el pasado de represión, cárceles o exilio, contra los miembros del “Antiguo Régimen” que encabeza Essebsi.

Además, hay que destacar otras tres claves. Hamma Hammami elevó, aunque tímidamente, el techo electoral del Frente Popular en las legislativas al concitar más apoyos que su alianza de partidos de izquierda y extrema izquierda. Aunque logra ampliar su base electoral, no ha logrado el seguimiento de todas aquellas personas afectadas por las desigualdades en el país y, especialmente, los jóvenes. Por su parte, Slim Riahi, el “Berlusconi tunecino”, no obtuvo tanto apoyo como tuvo su partido en las pasadas legislativas, que, más allá de la diferencia respecto al modo de abordar la religión, dibujaron un panorama dominado por mensajes de derecha y liberales en economía: con los dos partidos mayoritarios, Nidaa Tounes y Ennahdha, y el populismo liberal del empresario y propietario del equipo del fútbol del African. Completan el esquema los partidos de extrema izquierda agrupados en el FP y, tras su hundimiento en la pasada convocatoria, un pequeño espacio para los socialdemócratas de Takatol y CPR.

Argumentos para un voto

Después de varios días de poca presencia pública en las calles, el último día de campaña y el mismo domingo, durante las votaciones, los electores y electoras explicaban sus preferencias electorales. “He votado por Essebsi porque es el rey”, decía un hombre de mediana edad en Hay Ettadhamon. “Espero que por el bien del país, su imagen exterior y su seguridad -explicaba otro en perfecto inglés en la céntrica Rue de Marseille- Essebsi sea el presidente de Túnez”.

En el mencionado suburbio de la capital, muchos de los preguntados explicaban sus preferencias por Marzouki. El dueño de una pequeña tienda de ropa explicaba que “Marzouki y Ennahdha son los únicos que creen en la democracia y pueden hacer frente a los problemas de un barrio como éste con más del 80% de jóvenes en paro”. Mientras, en la sede del partido islamista en ese barrio, el joven Mancu Bilel explicaba que había elegido a “Ben Jaafar porque es la persona adecuada para unir a todos los tunecinos. En la segunda ronda elegiré a Essebsi para que trabaje en un gobierno con todos los partidos”, decía para exponer de manera clara la postura oficial de su formación, “en la que había gente que podía elegir entre diferentes candidatos”.

Por su parte, Riahi finalizó su campaña en la céntrica avenida Bourguiba, arropado por la popularidad del rapero tunecino Kafon y denunciado por muchos viandantes, que afirmaban había pagado dinero y comida a los asistentes a su mitin. Uno de ellos declaraba que iba a votar a alguien que “representa a los jóvenes”, no sólo por sus 42 años de edad, sino porque “ofrece trabajo y su experiencia de éxito como hombre de negocios”.

Apenas a unos metros, el Frente Popular ultimaba su presencia en la capital, centrado en las propuestas de cambio económico, “lo más necesario para el país”, según Watan Hammam, uno de sus militantes. Watan, como otros muchos, era consciente de la necesidad de analizar las alianzas futuras, decisivas en el caso del Parlamento para lograr una mayoría absoluta y estable. “El Frente Popular no pactará en ningún caso con los islamistas de Ennahdha porque tuvieron la responsabilidad moral del asesinato de dos nuestros diputados Choukri Belaid y Mohamed Brahmi en 2013”. De hecho, durante el último tramo de 2013, el FP se unió a Nidaa Tounes en un Frente de Salvación Nacional, al estilo de Egipto, como oposición antiislamista.

Para Iyadh Abid, partidario de opciones socialdemócratas, lo más probable es que haya un acuerdo entre Nidaa Tounes y Ennahdha, que especula ya se ha pactado sin hacerse público, porque ambos dos son igual de “tradicionales”. “No es un debate sobre imposición de velo o prohibición de alcohol”, dice mientras sorbe despacio un café, “porque es algo que no permitiría la sociedad civil tunecina”, sino unos valores poco favorables al cambio social y nada al económico, que califica como “muy capitalista”.

Crédit photo: David Perejil

Crédit photo: David Perejil

Lo que está en juego

Iyadh se muestra distante del FP, al que considera demasiado radical, y también de la que, para él, ha sido una campaña desmesurada contra el Gobierno de la troika, encabezado por los islamistas. “No estoy de acuerdo con los islamistas, pero deben existir”, dice para explicar una oposición que cree fue orquestada durante meses por grandes medios de comunicación y que enterró los eslóganes de la revolución.

Algo similar piensa Bechir Borauoi, de la ONG Generación Tunecina Libre, que cree que el reto más importante es no olvidar la corrupción y el reparto de la riqueza que sacaron a la calle a miles de tunecinos en 2011. Cree que, “como hace tres años, la gente ha buscado seguridad, antes por su empleo, ahora contra el terrorismo y lo que ve en otros países árabes”. Bechir cree que el país debe avanzar con más elecciones para asentar una democracia más experimentada. “Espero que la sociedad civil tunecina sea tan activa contra Nidaa Tounes como lo fue con Ennahdha”, expresa preocupado, si, por ejemplo, este partido suspende, como ha anunciado, las medidas de Justicia Transicional para investigar los crímenes de las anteriores dictaduras. Acaba sus palabras expresando una duda y un temor. “Nadie sabe hacia dónde puede ir este país”. En ese punto coincide con el pausado hablar de un hombre de mediana edad que en un local del partido islamista, en el que expresa que Ennahdha ha hecho amargas concesiones para asentar la democracia en Túnez, explica que “todo tunecino con un mínimo de conciencia de lo que se hizo en años pasados tiene miedo de lo que pueda pasar con el gobierno de Essebsi”.

Por su parte, Santiago Alba Rico, filósofo y ensayista español afincado en Túnez desde hace varios años, analiza primero los cambios que pueda deparar la segunda ronda presidencial. “Habrá dos cambios. El primero es que ya no se va a hacer campaña en torno a la alternativa laicismo/islamismo, como en las legislativas, sino en torno a la cuestión democracia/antiguo régimen. El segundo es que Hamma Hammami, por eso mismo, tendrá en su mano una responsabilidad histórica. Lo interesante es que ahora ya no se podrá camuflar el debate ni lo que nos estamos jugando. Lo inquietante es que es probable que la mayoría de los votantes -y de los intelectuales y hasta de la izquierda- apueste por el retorno del RCD, el antiguo partido de Ben Ali”. Algo que va en la dirección de las primeras declaraciones de algunos políticos tras conocerse los resultados. Zied Lakhdar, del FP, opinaba, en contra de las declaraciones oficiales que pasan por esperar a una decisión futura, que no deben apoyar a Marzouki. Y portavoces de UPL declaraban que pedirían el voto en función de un programa, que les acerca a Nidaa Tounes. Con esos condicionantes, y teniendo en cuenta que hasta ahora los cálculos pasaban por considerar que habría más de diez puntos de diferencia entre los dos contendientes, se daba por seguro una victoria de Essebsi el próximo 30 de diciembre. Ahora, todo queda pendiente de esos pactos o aumentar la participación real.

A partir de ahí, el escenario queda abierto. Algunos políticos españoles conocedores de la zona creen que estas elecciones pueden ser el punto de partida de una transición, derrocada su dictadura, más similar a la de otros países europeos. Aun con sus muchas deficiencias económicas, señalan que se está logrando asentar un proceso con reglas comunes gracias a las cesiones de Ennahdha. Sin embargo, Alba Rico alerta sobre el peligro de vuelta de la dictadura, aun en “dosis homeopáticas”. Es más, en sus tesis recalca que la izquierda debe resolver su visión antiislamista, que la ha llevado a aliarse en el pasado con “ejércitos fascistas o fuerzas armadas colonialistas, como sostiene Samir Amin”. Él cree que se debería poner a prueba la capacidad de que el islam no es un todo y contiene opciones de cambio, necesarios para movilizar a una mayoría de la población creyente hacia posturas de cambio. O, en el caso de Ennahdha, diferenciar las tesis democráticas de ese partido y atraerlo a la moderación como manera de separarlo de las proclamas de los yihadistas, esos que han atraído a miles de tunecinos para enrolarse en el Daesh, el mal llamado Estado Islámico. Y para no tener que elegir entre modernidad e islamismo, sino construir democracia y derechos, integrando bajo unas mismas reglas a todos los actores. Algo que toca muchas de las claves de todo Oriente Medio en estos últimos años de revoluciones, contrarrevoluciones, intervenciones exteriores y cánceres interiores como el Daesh. Y que han convertido, aunque su futuro sea incierto, a Túnez en un oasis en medio del incendio continuo que sufren Siria, Iraq o Egipto.

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