Un decreto aprobado tras una huelga de hambre establece que se repare a las víctimas de la represión durante las revueltas en Túnez La pequeña victoria de los heridos de la revolución

Pasaron desapercibidos en la mayoría de los medios tunecinos. Mientras la vorágine electoral llegaba a su culmen, el día 19 de octubre, cuatro días antes de las elecciones a la Asamblea Constituyente tunecina, siete jóvenes de todo el país se reunían en el local del blog colectivo Nawaat para tomar una decisión extrema: la huelga de hambre.
Eran heridos durante la revolución, los que consiguieron con su sangre la caída del régimen de Ben Ali, y denunciaban haber sido olvidados por el Gobierno de transición, a quien reclamaban que asumiera los gastos de su recuperación médica, además de un reconocimiento y una reparación tanto económica como moral para ellos y para los familiares de los mártires, así como la persecución de los responsables.

Huelga de hambre

Junto a los heridos, dos jóvenes de Nawaat, Ramzi Betayeb y Houssem Hajlaoui, se ponían en huelga de hambre en solidaridad. “Continuaremos hasta el final. O ganamos o morimos”, explicaba a este periódico Zied Garraoui, un joven de 22 años herido en la ciudad de Regueb. Garraoui recibió un balazo que le provocó cinco fracturas en la pierna, y tras cuatro operaciones pagadas por su familia y con varios nervios afectados, los dolores eran cada vez más intensos.

En la jornada de reflexión, la sede de Nawaat bullía con idas y venidas de solidarios y de medios internacionales, que se hicieron eco de las protestas, muchos debido a la presencia de Lina Ben Mhenni, la bloguera candidata al Premio Nobel de la Paz. Mientras, la mayoría de los medios tunecinos se centraban en la campaña y sólo algunos rompían esa inercia de silencio que se había instalado sobre el caso de los heridos de la revolución. “Di mi libertad por el país y ahora que son libres me han olvidado”, decía Rachid Belarbi, un joven de 21 años que quedó parapléjico después de que una bala le alcanzara la médula espinal el 13 de enero.

Precisamente para luchar contra el olvido de los heridos y los mártires se creó el colectivo Nsitni (Me has olvidado) hace seis meses, que ha realizado manifestaciones, movilizaciones y recogida de fondos para los casos más graves, mientras presionaba para que el decreto aprobado por el Consejo de Ministros, que daba reparación a las víctimas y asumía los gastos de la recuperación de los heridos, fuera firmado urgentemente por la Presidencia. “El decreto no se firmó antes de las elecciones y no podemos esperar a que se forme la Constituyente. Si esperamos, se perderán vidas, pues el estado de salud de algunos heridos es crítico, por eso hemos emprendido esta acción extrema”, nos explicaba Houssem Hajlaoui, bloguero y miembro de Nsitni, mientras su actividad frenética apenas dejaba entrever el cansancio provocado por varios días de ayuno.

Pero la presión ejercida por los huelguistas, su reflejo en los medios y los contactos al más alto nivel llevados a cabo a contrarreloj dieron sus frutos después de una semana de huelga de hambre. El decreto fue firmado el día 25 de octubre por el presidente, Fuad Mbazaa, y una hora después, tras una orden del ministro de Defensa, un despliegue de ambulancias trasladaba a los heridos desde Nawaat hasta el hospital militar en el que debían ser tratados.

Sin embargo, un mes después persisten los problemas para su aplicación. Los heridos denunciaron malos tratos y negligencias en el hospital y se vieron obligados a nuevas protestas y presiones para mejorar su situación. Resuelto esto, y mientras se espera también el informe de la Comisión de Investigación de los Abusos cometidos durante la Revolución, que probablemente se retrasará otros tres meses, y las familias continúan exigiendo que se persiga a los responsables, el resto de los 1.200 heridos y las familias de los 300 mártires de la revolución siguen esperando a que el decreto firmado se aplique para todos.

Pero esto sólo ocurrirá cuando el Comité de los Mártires, creado a este efecto, acabe el listado definitivo de los que serán considerados heridos y mártires de la revolución, que incluye los eventos de la primera Qasba, protestas con víctimas acaecidas después de la caída de Ben Ali, pero no los de la segunda Qasba, que se produjo a finales de febrero. “Antes de abrir los locales de los partidos habría que haber ayudado a los heridos. Si no, esto no es una revolución”, explica un solidario, mientras esperan que la victoria de los siete se convierta cuanto antes en la victoria de todos.

Tras los resultados definitivos, la Constituyente

Después de tres semanas en las que el Tribunal Administrativo tuvo que revisar los 104 recursos presentados tras la proclamación de los resultados preliminares a finales de octubre, el 15 de noviembre se presentaron los resultados definitivos de las elecciones. Con una participación final de un 54% de la población con derecho a voto, el partido islamista Ennahdha, como ya se sabía, se alza como gran vencedor, con 89 de los 217 escaños en la Asamblea Constituyente, seguido muy de lejos por el Congreso por la República, partido del antiguo presidente de la Liga Tunecina de los Derechos Humanos, Moncef Marzouki, con 29 escaños. La gran sorpresa de las elecciones, la formación populista Al-Aridha Achaabiya, que no estaba entre los favoritos, ha logrado recuperar finalmente la tercera posición, con 26 diputados, después de que el tribunal dejara sin efecto la decisión de la Instancia Superior Independiente para las Elecciones de anular algunas de sus listas por haber cometido irregularidades durante el proceso electoral. Pero el partido ha vuelto a entrar en crisis cuando nueve de sus cabezas de lista, entre ellos cinco elegidos a la Constituyente, han decidido retirarse del mismo tras acusar a su controvertido líder, Hachmi Hamdi, de tratar de imponerles su voluntad.

Poco antes de la celebración de la primera sesión de la Asamblea Constituyente, el 22 de noviembre, Ennahdha, el Congreso por la República y Ettakatol, partido socialdemócrata llegado en cuarta posición, firmaron un acuerdo para la formación del próximo Gobierno, que permanecerá durante un año, el tiempo que tardará en redactarse la nueva Constitución. Y mientras esto ocurre, son cada vez más numerosas las voces que piden que al término de los trabajos de la Constituyente, la nueva Carta Magna sea sometida a referéndum antes de su promulgación.

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